Durante los últimos años el consumo de café está aumentando a buen ritmo, de hecho según la International Coffee Organization este incremento se sitúa desde el año 2012 en un 1.3% anual en todo el mundo. Esta bebida constituye la vía de ingestión principal para muchas personas de una molécula que nos ayuda a movernos día tras día: la cafeína. Pero no es la única, puesto que la cafeína también se puede encontrar en los tés (a nivel popular se le llama teína pero no es que sea una molécula diferente), bebidas energéticas, suplementos para deportistas, refrescos…
Se había escrito un libro, “Prozac Nation”, que ilustraba la dependencia del mundo globalizado a una droga antidepresiva, el Prozac. Pero a mi me gustaría ir un paso más allá y hablaría más bien de “Caffeine Nation”, ya que esta droga se ve mucho más a menudo y quizás es por eso que no le damos la importancia que se merece.
Pues bien, la molécula en cuestión pertenece al grupo de las metilxantinas, conjuntamente con otras moléculas de las cuales es bien destacar la paraxantina, teobromina y teofilina, algunas de las cuales también se encuentran en alimentos como el cacao puro.
Estructura química de las metilxantinas. Imagen perteneciente a Saldaña et al. (2000)
En el café, la molécula más abundante al respecto es la cafeína. Las metilxantinas tienen establecidas unos rangos de dosis en los cuales no se producen efectos adversos y se aportan beneficios para la salud humana. En el caso de la cafeína, por ejemplo, también tiene establecida una dosis letal (sí, la cafeína puede llegar a matar), que en este caso es de 192 mg por kg de peso y es la que más debemos tener en cuenta. En la práctica viene representando 13440 mg para una persona de 70kg (persona promedio) o unos 13,4g. En cambio, la dosis letal de la teobromina es de 1000 mg/kg de peso, bastante más elevada.
En el caso de la cafeína, para notar un efecto tóxico agudo deberíamos de consumir 10g/ día o lo que es lo mismo 100 tazas de café instantáneo. Esto es la norma general pero la variabilidad genética interindividual nos hace más predispuestos a los efectos de estas moléculas. Estos efectos agudos se traducen en alteraciones respiratorias, problemas gastrointestinales, nerviosismo, dolor de cabeza, taquicardia, arritmias, náuseas… y aunque se ha hablado de una dosis relativamente elevada para notar al 100% estos efectos, se pueden notar los síntomas con cantidades menores.
En el caso de los efectos crónicos esto ya es otro cantar y nos encontramos con alteraciones hepáticas, musculares, gastrointestinales y renales, que modifican su normal funcionalidad. Con un nivel de consumo crónico más elevado de café podríamos experimentar falta de potasio en sangre, debilidad muscular y enfermedades musculares o vómitos. Respecto a las otras, parece que la paraxantina y la teobromina son prácticamente inocuas (salvo en caso de consumir más de 100g de polvo de cacao puro por día para la teobromina, que produce sudores, temblores y migrañas); pero la teofilina si produce efectos tóxicos similares a la cafeína e incluso más potentes, aunque la dosis oral necesaria para este tipo de efectos es más alta que en el caso de la primera sustancia.
Para que os hagáis una idea, una taza de café espresso de 70ml nos aporta de media 140 mg de cafeína y trazas de las otras metilxantinas, frente a un rango de entre 3 y 16mg que ofrece un descafeinado sólo de 30ml. En la revisión de Monteiro et al (2016), que es OPEN ACCESS, podéis encontrar una tabla con contenidos de metilxantinas en diversas bebidas/alimentos. Es muy rara la intoxicación aguda debido también al eficiente proceso de eliminación hepato-renal de estas moléculas; mas en algunos casos esta eliminación para ser completa requiere de entre 3 horas a 6 horas desde el último consumo (este último caso en metabolizadores lentos), por lo cual no debemos consumir bebidas con cafeína antes de irnos a dormir, por el fuerte efecto activador del sistema nervioso simpático que poseen. Grupos de personas como embarazadas , niños y adolescentes deberían limitar el consumo de cafeína. En el caso de las mujeres embarazadas esto es debido a una metabolización más lenta de la cafeína y en el caso de niños y adolescentes porque su estructura cerebral todavía está desarrollándose y además puede influir en los hábitos de sueño y el descanso. No olvidemos que la cafeína actúa sobre el sistema nervioso central principalmente.
Hasta 400mg de cafeína por día viene a resultar una cantidad relativamente segura que no presenta efectos adversos, tal como reflejan algunos autores.
A lo que venía a hablar con este artículo, al margen de los efectos perjudiciales que puede producir dependiendo de la etapa del ciclo de vida en que se consuma la cafeína (embarazo, infancia… que tienen sus propias problemáticas) y la dosis, es sobre el efecto de “quema de grasas” con el que etiquetan productos que contienen cafeína y a cuyo reclamo acuden miles de personas ya sean deportistas que quieren ponerse a punto para una carrera a gente que quiere perder grasa bajo la ley del mínimo esfuerzo.
Este efecto se conoce como “lipotropismo” y consiste en el favorecimiento de la eliminación de grasas, siendo no exclusivo de la cafeína, ya que comparte esta cualidad con la teofilina y la teobromina (metilxantinas). Este efecto parece muy aceptado puesto que se ha venido observando una movilización de los ácidos grasos al torrente sanguíneo tras su consumo (Kim et al. (2010), a la par que un ligero efecto termogénico (producción de calor en respuesta a la ingestión de las metilxantinas). En cambio, otros estudios como el de Van Baak et al. (2010) concluían que este efecto movilizador de grasas era prácticamente despreciable (empleando cafeína tras bloquear las señales simpáticas y poder ver el efecto de la cafeína sin sesgos). La revisión de Monteiro en este caso refleja hallazgos sobre oxidación lipídica “in vitro”, pero no comenta estudios en humanos al respecto; sin embargo si observa una inhibición parcial de la acumulación de grasa en humanos (en parte debido a la inhibición de dos amilasas cuyo resultado es una menor absorción de glucosa a nivel intestinal y la activación de una enzima reguladora del balance energético celular (Grosso et al. (2017)) y que ésta pueda ayudar a controlar o reducir ligeramente el peso corporal. En efecto, la mayor parte de estudios al respecto que observan efecto de oxidación relevantes son “in vitro” mientras que para observar bien los efectos en humanos necesitamos ensayos clínicos. Un estudio que refleja muy bien este concepto es el de Acheson et al. (2004) que mostraba que hasta un 76% de los ácidos grasos movilizados en reposo reingresaban en la célula, siendo el resto oxidados por el metabolismo basal. Esto nos lleva a pensar que la oxidación de ácidos grasos en reposo tras consumo de cafeína es insignificante, mientras que si se acompañase de una actividad deportiva se superarían los valores máximos de oxidación respecto a no tomarla. De hecho, Acheson cuando bloqueaba los receptores adrenérgicos veía que el efecto de la cafeína era muchísimo menor, pero no efecto cero, por lo que quizás tenga algún tipo de efecto intrínseco la propia cafeína. En detrimento de todos los ensayos clínicos en humanos, he de decir que el número de participantes es bastante bajo, pero creo que el diseño metodológico está bastante bien hecho, salvando el hecho de que los participantes siempre pueden mentir sobre su dieta. Adicionalmente, las dosis utilizadas en estos estudios alcanzan los 700mg de cafeína en el caso de Acheson et al., 350mg en el de Van Baak et al. y 210mg en el de Kim et al.(tomando como base a una persona de 70kg de peso), siendo estas dos últimas dosis más factibles de alcanzar en la práctica por un ser humano mediante la toma de café.
No debemos olvidar que un alimento o bebida es más que uno de sus componentes por separado, y que en ellos por ejemplo están las catequinas del té o los lignanos, cuyos efectos sobre beneficiosos sobre la obesidad están bien comprobados. Sería interesante observar si existe algún tipo de efecto sinérgico con las metilxantinas o si, quizás, el mantenimiento del peso está más bien mediado por estos otros componentes. En cualquier caso, eso cosntituye parte del futuro.
Por eso, recalcar una vez más que no existe un “alimento/líquido mágico quemagrasas” y que en el caso de la cafeína (a expensas de estudios en humanos de las otras metilxantinas) el efecto oxidativo es muy, muy leve. Tan sólo el trabajo duro y el esfuerzo, tanto con el establecimiento de unos hábitos dietarios y de vida saludables como con la actividad físico-deportiva regular, pueden facilitar la reducción tanto de peso como del valor porcentual de masa grasa corporal.
Y con esto, me despido nuevamente, tras mi vuelta de las vacaciones de verano. ¡Nos vemos próximamente!.
«Human Petrol» by John O’ Nolan is licensed under CC BY 2.0